lunes, 22 de abril de 2024

UNA NOCHE EN EL BAR KEY


Este sábado, tras un breve parón en su actividad cabaretil, Yogurinha Borova regresaba a los escenarios noctámbulos y que mejor excusa podía yo tener para desperezarme y acudir a uno de mis lugares favoritos del mundo mundial, el pub Key. 

Escondido en una calle trasera del Ayuntamiento de la capital vizcaína, el bar regentado por el incombustible Asier Bilbao, fue una noche más el contrapunto a tanta normalidad, a la excesiva uniformidad y el abrumante aburrimiento. En un mundo con la piel cada vez más fina y la corrección política como bandera autoritaria, el pequeño bar de la calle Cristo continua fiel a su militancia espartana y cada fin de semana pone en valor sus principios, esos que provienen de la lentejuela y plataforma, floreciendo como un oasis de libertad y una bocanada de diversión sin prejuicios.  

El público, siempre libre y respetuoso, se conformaba de un pupurrí variopinto donde la diversidad era tal que sientes estar en lo que yo entiendo que debe ser una gran ciudad, ¡cuánto debe Bilbao a este garito! Y es que en un momento dado hasta me pareció ver por allí a una joven Grace Jones de pelo rubio. 

En el escenario, el maestro de ceremonias de semejante circo, volvió a firmar un show que podría dejar como "el chico de los recados" al mismísimo Juan Dávila. Un show donde no dudó en mover la cola al ritmo de “El Colorines” (referencias, querida), un show donde Yogurinha reivindicó la pluma y lo distinto, un show donde cantamos al unísono “A quién le importa lo que yo haga” y bailamos, sí, una vez más, la coreografía de la gran Rafaella Car, Felici, , . Esa felicidad que nos transmitís con tanto arte y que sólo vosotros dos sois capaces de hacerlo de semejante manera.



martes, 6 de febrero de 2024

NEBULOSSA; NOS GUSTA SER UNA ZORRA

 La propuesta de Nebulossa ha sido la seleccionada este fin de semana para representar a España en el próximo Festival de Eurovisión y la polémica no se ha hecho esperar. El dúo alicantino se ha convertido en el pimpampum de ciertos sectores a los que les parece que cantar “soy una zorra” encima de un escenario es anacrónico, decadente, peligroso, intrascendente, asqueroso, vergonzante y un sinfín de apelativos ruidosos que no lograrán su objetivo de silenciar el grito que retumbará en toda Europa el próximo mes de mayo. 

Ya les pasó algo parecido a las Vulpess hace 40 años al cantar en el mismo canal de televisión el famoso “Quiero ser una zorra”. La censura se las echó encima al entender que un grupo de jovencitas no podía tener una actitud tan indecorosa y miserable en antena. Tampoco era nada nuevo a lo ya visto en 1968, cuando otra mujer, a pesar de haber ganado Eurovisión, era considerada una zorra por enseñar tanta pierna, ser tan “moderna” y tener el coño de ausentarse ante la condecoración que el mismísimo Franco le iba a conceder. 

Más cercano a nuestros días, hace dos años, otra zorra de postal, Chanel, fue víctima de una campaña de desprestigio, al ganar el Benidorm Fest, que le llevó a tener que cerrar sus redes sociales durante varios días. La que a la postre consiguió una de las mejores clasificaciones de la historia eurovisiva recibió ataques a diestro y siniestro porque una mujer enseñando el culo y bailando de esa manera era de zorras, de mujeres cosificadas, de un atraso monumental en la lucha feminista. Para algunos era mucho mejor que hubiesen ganado Rigoberta Bandini o las Tanxugueiras pero para otros eran todas ellas unas zorras por cantar en gallego o reivindicar el feminismo y las tetas. 

Las tetas las enseña Rocío Saiz en sus conciertos y eso la hace ser otra zorra de postal. Una artista que compartió, en su momento, una canción con Nebulossa y que milita en un electropop tan divertido como reivindicativo no se libra de ser juzgada.

Pero además de zorras, también ha habido zorros. Ellos son elegantes, heroicos, astutos, guapos, valientes... y el mejor zorro, sin duda, ha sido Antonio Banderas.  

Volviendo al presente, a la última edición del Benidor Fest, se dice que otras opciones podrían haber tenido, a priori, un mejor recorrido en Eurovisión. Eso es difícil de pronosticar. “Caliéntame” podría ser una de ellas, pero no nos engañemos, Jorge González es otra zorra de postal porque el termino es aplicable a unos y a otras, siempre que no se encaje en el marco convencional de lo que debe ser un buen hombre y una buena mujer. Y la actuación de Jorge, maravillosa, no sería una buena representación de la masculinidad estandarizada. 

Y es que el asunto va, como siempre, de estándares, de convencionalismos, de imposiciones. Y una mujer de más de 50 años, a día de hoy, tiene que vivir el Festival de Eurovisión desde su casa. Habiéndole dado de cenar a su familia, sumisa, condescendiente, sentada en el sillón de la sala, siendo consciente de que su tiempo ya pasó y el ostracismo es su único destino. O también puede ponerse el tacón, llevarse a su marido y tres amigos a Suecia y representar a su país en Eurovisión, a bailar una canción electropop de libro, con una propuesta electropop de libro, una estética electropop de libro y lejos de amilanarse por saber que la van a poner de zorra para arriba, apropiarse del término, validarlo y gritarlo bien alto para que, desde allí, bailando y cantando, retumbe en toda Europa. Y es que no hay nada de malo en que nos guste ser una zorra.